La reforma fiscal, el pueblo y el enfermo

    SANTO DOMINGO. Independientemente de la crisis económica que se vive en el país producto de la pandemia, los salarios son tan bajos, que los empleados siempre necesitan hacer malabares para poder cubrir todas las necesidades de un mes, razón por la cual nunca es tiempo de hacer una reforma tributaria que implique incremento de impuestos.

    A esto se suma que quienes sí tienen buenos ingresos (la minoría) y soportan más gastos, se preguntan: ¿voy a permitir que me incrementen los impuestos para que más funcionarios se sigan haciendo ricos con mi dinero?

    Ante esta situación, la población debe continuar empoderándose y exigiendo transparencia en el manejo de los recursos públicos y un mayor compromiso de las autoridades con la calidad del gasto público.

    Sin embargo, esto de la reforma fiscal es como un enfermo que a pesar de no estar mentalmente preparado para recibir una inyección, es necesario que acepte que se la pongan y debe estar consciente de que es para su propia mejoría.

    Ahora bien, el médico debe actuar con mucho cuidado al momento de administrar esa inyección, no vaya a ser que en medio de la aplicación el pueblo se ponga violento, digo el paciente se ponga violento y se rompa la jeringa.

    La reforma fiscal que se está por iniciar en la República Dominicana es lo que le permitiría al presidente Luis Abinader aumentar los recursos económicos que ingresan al país por concepto de la recaudación de impuestos.

    Además, una reforma fiscal permitiría que se simplifique el sistema tributario del país, el cual ha sido calificado, por economistas y expertos en la materia, como muy complejo.

    Algunos piensan que la complejidad del sistema tributario es responsable de una gran parte del alto porcentaje de informalidad laboral existente en la República Dominicana.